el “manager sabelotodo” y la eterna batalla contra el tiempo

Todos conocemos a un «mánager sabelotodo» (de hecho, llevamos uno dentro 😉). Aquel ser mítico que cree tener una respuesta para todo, desde la estrategia de la compañía hasta cuál es el mejor café de la máquina vending (spoiler: ninguno). Su superpoder: decirles a todos cómo hacer su trabajo. Su debilidad: gestionar el suyo sin perderse en un laberinto de prioridades, correos sin leer, y reuniones interminables. Porque sí, hasta los «sabelotodo» necesitan aprender una cosa o dos sobre cómo ser productivos y eficaces sin que la batalla diaria contra el tiempo se convierta en una tragedia griega.

Primer paso: ¡Admítelo! No puedes hacerlo todo
Empecemos por la realidad que el «mánager sabelotodo» no quiere aceptar: no eres omnisciente ni omnipresente. No, no puedes estar en todas las reuniones, tomar todas las decisiones, ni opinar sobre cada asunto como si fueras el Oráculo de Delfos. Aceptar que no puedes hacerlo todo es el primer paso hacia la aceptación y, sorpresa, ¡también hacia una mejor gestión del tiempo!
Este mánager suele sentirse como Atlas cargando el peso de la empresa sobre sus hombros, pero a diferencia de Atlas, en realidad no necesita hacerlo. ¡Tienes un equipo de colaboradores que están deseando ayudarte! Claro, siempre que les des espacio para que hablen, porque entre tanto discurso magistral, es difícil que alguien más pueda decir algo.

Las prioridades: sí, eso también aplica para ti
El «mánager sabelotodo» ama las listas, pero no cualquier lista: su lista infinita de tareas. Sí, esa que comienza con «Dominar el mundo» y termina con «Responder el email de Ana del equipo de desarrolladores de IT». Lo que nuestro protagonista no sabe es que la clave de la productividad no está en la cantidad de tareas que haces, sino en hacer las correctas. En otras palabras: querido «mánager sabelotodo», elije qué es crítico y prioriza.
Cuando tienes tantas cosas que hacer que necesitas más horas de las que tiene un día (cosa que te encanta decirle a todo el mundo), probablemente es el momento de parar, pensar y reorganizarte. Pregúntate: ¿Qué actividades realmente impactan en los resultados de la empresa? ¿Qué es urgente y qué es importante? Y por supuesto, ¿qué cosas podrías delegar? Porque sí, delegar no es una señal de debilidad, es una señal de que confías en tu equipo (y ellos probablemente lo harán mejor que tú, pero no se lo digas 😉, que te quita prestigio).

Delegar: el arte de soltar el control (sin colapsar en el intento)
El «mánager sabelotodo» es como un equilibrista: le gusta tener todo bajo control. Pero la verdad es que, cuanto más intentas controlar, más descontrolado terminas. Es hora de aprender una palabra mágica: delegar.
Delegar no significa que renuncias a tu poder supremo de «saberlo todo», sino que repartes un poco de la carga y, sorpresa, dejas que otros también brillen. No pasa nada si Pedro de ventas maneja la presentación del lunes o si Marta de finanzas lleva la reunión de presupuesto. Eso te dejará tiempo para concentrarte en lo que realmente es tu trabajo: liderar, planificar y no morir bajo una avalancha de emails.

Reuniones: menos, es más
Los «mánager sabelotodo» aman las reuniones, porque es el escenario perfecto para hacer gala de su infinita sabiduría. Pero aquí va un secreto: no necesitas estar en todas las reuniones. De hecho, ¡ni siquiera necesitas convocar tantas!
Hay reuniones que podrían haber sido un email, y hay emails que podrían haberse resuelto con una llamada rápida. Hazle un favor a la humanidad (y a tu propio estrés): reduce las reuniones al mínimo indispensable. Cuando haya una reunión necesaria, que sea corta, concreta y con un propósito claro. Nada de hacer perder el tiempo a todos solo para que puedas exponer tus ideas. Recuerda que tu equipo tiene un trabajo que hacer… y tú también.

Aprender a decir NO (sin sentirte mal)
El «mánager sabelotodo» tiene un grave problema: no sabe decir «no». Para él, cada nueva tarea es un desafío que debe enfrentar para demostrar que, efectivamente, lo sabe todo. Pero este es un camino directo al agotamiento y, francamente, al fracaso.
Decir «no» no significa que estás errando o que no eres capaz. Significa que entiendes que el día tiene 24 horas y que no puedes hacerlo todo. Así que la próxima vez que alguien te pida algo que no es prioritario o no es tu responsabilidad directa, di «no» con una sonrisa y sigue adelante con lo que realmente importa.

No todo es trabajo: haz una pausa, de verdad
Este es el consejo que el «mánager sabelotodo» va a odiar más: haz una pausa. Porque, para él, parar es sinónimo de perder tiempo, y el tiempo es su mayor obsesión. Pero aquí va la verdad: trabajar sin parar no te hace más productivo, te hace más lento, más propenso a errores y, atención, menos eficiente.
Así que, por favor, tómate ese café, date un paseo, respira. Es en esos momentos de pausa donde tu cerebro se reinicia y puede encontrar nuevas soluciones a problemas que, de otra manera, seguirían atormentándote. ¿Quién sabe? Quizás hasta te des cuenta de que algunas de esas tareas interminables no eran tan importantes después de todo.

Conclusión: ser productivo sin perder tu esencia
Querido «mánager sabelotodo», no estamos diciendo que dejes de ser tú. Después de todo, tu capacidad y conocimientos te han llevado hasta aquí. Pero sí te estamos diciendo que hay formas más efectivas de gestionar tu tiempo, tus prioridades y tu equipo.
Deja de intentar hacerlo todo tú mismo, confía en tu equipo, aprende a decir «no», y por favor, por el bien de todos, reduce las reuniones. Si logras implementar aunque sea un poco de esto, serás más productivo y eficaz. Y quién sabe, ¡quizás hasta te quede tiempo para compartir tus grandes ideas con los demás sin que te odien en el proceso!

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