Las empresas se esfuerzan por mostrar aprecio por sus colaboradores. Algunas diseñan programas de reconocimiento (felicitaciones del cumpleaños, nacimientos, aniversarios, etc.) que, a menudo, provocan reacciones neutrales, ya que en lugar de trasladar un sentido mensaje de aprecio se convierten en una acción más de comunicación interna, planificada y completamente desvinculada de la consecución de logros. Otras empresas intentan poner en marcha programas de incentivos conectados con el desempeño individual de sus empleados, ofreciendo recompensas por liderar iniciativas relevantes, representar los valores de la compañía de manera ejemplar o aportar negocio por encima de lo esperado. También este segundo enfoque da problemas porque terminan por percibirse como premios para un selecto grupo de elegidos, casi inalcanzable para el resto de los mortales.
Cuanto más ampliamos el grupo de colaboradores que pueden acceder a acciones de reconocimiento y aprecio, mayor impacto logramos. Cuanto más sentimos la gratitud de nuestro jefe por la buena realización de nuestro trabajo, más productivos somos. Cuanto mayor es el vínculo con mi jefe y sus objetivos, cuanto más conversamos, cuanto más constructivo es su feedback, más valorado y respetado me siento.
Sin embargo, después de tantos años dirigiendo equipos y, ahora, ayudando a las empresas a mejorar en sus resultados, más me doy cuenta de lo que les cuesta a los mánager hacer sentir a sus colaboradores que su talento y contribución se valora. Asimismo, detecto grandes dificultades para reconducir problemas de desempeño conversando con aquellos colaboradores que lo necesitan. Hay temor a cometer errores. Miedo a ser mal interpretado: “si reconozco su esfuerzo extra de estas dos últimas semanas… si luego baja su rendimiento ¿Cómo voy luego a corregirle?”
Al final es una cuestión de percepciones entre cómo muestran aprecio los mánager y cómo se sienten los colaboradores. Muchos mánager me confiesan que les preocupa reconocer y perder el control de la relación con su equipo desde su posición de liderazgo. Por este motivo, muchos han decidido manejar las acciones de reconocimiento de manera impersonal y programada. En estos casos, aconsejo:
- Lo sencillo funciona.
La ronda diaria de saludos parece una fuente de distracciones o pérdida de tiempo para algunos mánager y, sin embargo, es vital para establecer vínculos con el equipo. Decir “buenos días” mirando a los ojos de tu colaborador puede significar mucho. Preguntar “cómo estás” abre la puerta a compartir algún acontecimiento relevante en sus vidas particulares o en el desarrollo de su trabajo. La comunicación informal genera conexión emocional, acorta distancias y previene actitudes defensivas.
- Necesitan feedback
Los colaboradores quieren saber cómo van, qué hacen bien, qué deben mejorar, hacia dónde deben enfocarse, cómo se les percibe. Cada conversación de feedback supone un respaldo y reconocimiento a su labor. Pero, si continuamente reciben feedback sobre lo que no va bien, se sentirán infravalorados o perseguidos. El truco está en no mezclar conversaciones de desarrollo, con feedback negativo y/o positivo. Cada interacción debe responder a un objetivo concreto y si mezclamos confundimos o diluimos el efecto deseado.
- Habla de futuro
Cuando los mánager dedican tiempo a valorar el potencial de sus colaboradores, a compartir opiniones sobre las claves del negocio, a debatir oportunidades de crecimiento, el conjunto se interpreta como una señal de aprecio: “comparte inquietudes porque cuenta conmigo”.
- Muestra comprensión
Tómatelo personal porque esto va de interpretar señales y mensajes emocionalmente profesionales. No hay espacio para los automatismos. La flexibilidad bien entendida aporta beneficios intangibles muy valorados por los colaboradores. Las excepciones dan oxígeno al equipo. Por lo tanto, escuchemos y ofrezcamos flexibilidad cuando entendamos que hay justificación y, sobre todo, estemos convencidos que podremos aplicarlo al resto si se diera el caso.
En general las muestras de aprecio mejor valoradas son las que rezuman autenticidad. Los gestos espontáneos nacen de la creencia en el poder de la gratitud y el convencimiento de que en ningún caso erosionan nuestra posición como líder del grupo. Da reconocimiento en el momento; si lo dejas pasar pierde fuerza.
Trabajar la comunicación informal como herramienta para transmitir energía y reconocimiento a nuestros colaboradores no debe ser la excusa para no respetar los procesos de la empresa en cuanto a evaluaciones de desempeño o reuniones de seguimiento. No se trata de elegir entre comunicación formal e informal; ambos son necesarias.
Las muestras de estimación y consideración a nuestros colaboradores son gratis y no llevan tanto tiempo como pudiéramos pensar. Hazlo un hábito; hacia tu equipo, tus compañeros o jefes. El efecto es contagioso. Mostrar interés por los demás es la inversión más rentable que podemos hacer en el desarrollo de nuestros colaboradores.