La trampa silenciosa de la inteligencia
¿Ha conocido alguna vez a una persona realmente inteligente que, sin embargo, dijera cosas realmente estúpidas? Pensemos en el científico Kary Mullis, galardonado con el Premio Nobel de Química. El logro de Mullis le sitúa junto a científicos de la talla de Marie Curie, Albert Einstein y Francis Crick. Sin embargo, Mullis también era un devoto creyente en la astrología y los viajes astrales, y negaba que el SIDA estuviera causado por el virus VIH.
Las personas inteligentes pueden ser más propensas a ciertos errores cognitivos que el resto de la población. Parece que el motivo es que estas personas suelen tener dificultades para aprender de los errores, se resisten a los consejos y tienden a atrincherarse en sus propios puntos de vista con más facilidad que la mayoría.
Afortunadamente, según David Robson (Why Smart People Make Dumb Mistakes) hay una forma de evitar esta trampa: basar nuestras decisiones en las evidencias derivadas de la reflexión cognitiva, la humildad intelectual y la conciencia emocional. Además, estas habilidades pueden desarrollarse independientemente del coeficiente intelectual de cada uno.
La reflexión cognitiva podemos ejercerla simplemente sopesar los pros y contras de una decisión en una hoja, contemplar detenidamente cada elemento de la lista y asignarle un valor numérico en función de su importancia y llegar a una decisión, por ejemplo, revisando la lista, y simplemente tachando los pares de igual peso. Enfoques como éste y técnicas como la denominada «considerar lo contrario», pueden ayudar a mitigar los errores de razonamiento, obligándonos a desafiarnos activamente a reconsiderar nuestro juicio inicial. Analizando objetivamente las evidencias y la manera en la que razonamos, podemos separar la razón de la pasión.
La humildad intelectual se ejercita de manera habitual en el sistema educativo de Japón. Allí no se considera que estés aprendiendo si no te esfuerzas un poco, y se hace hincapié en fomentar habilidades relacionadas con pensamiento crítico. En contra de las creencias occidentales sobre la educación, consideran que la confusión y la lucha forman parte del aprendizaje. Por ejemplo, pedir a los alumnos que resuelvan problemas antes de haber aprendido realmente sobre ellos, puede mermar el rendimiento al principio, pero a largo plazo, conducen a una comprensión más profunda y un mejor recuerdo.
El simple hecho de prolongar el tiempo de espera tras plantear una pregunta nos anima a pensar más profundamente sobre el asunto. Introducir ambigüedades, como mostrar múltiples formas de resolver un problema, fomenta el pensamiento abierto.
Por último, la conciencia emocional y la importancia de la «inteligencia colectiva» en los equipos de una organización resulta ser decisiva en la consecución de resultados.
El éxito del equipo.
La investigadora Anita Williams Woolley descubrió que el éxito de un equipo en una tarea práctica sólo estaba modestamente correlacionado con el coeficiente intelectual medio de sus miembros. Los equipos en los que los miembros están en sintonía con las emociones de los demás y participan por igual tienden a funcionar mucho mejor que los equipos dominados por una o dos personas. Por tanto, si quieres formar un equipo inteligente, contratar a personas con habilidades sociales debe ser una prioridad.
El liderazgo también desempeña un papel fundamental en el aprovechamiento de la inteligencia colectiva de un equipo. Los líderes que encarnan la humildad, fomentan la comunicación abierta y valoran la contribución de cada miembro del equipo, pueden aumentar significativamente el rendimiento de un equipo. Los líderes que actúan como servidores, en lugar de como figuras autoritarias, fomentan un entorno más productivo y cooperativo.
Niveles de inteligencia elevados no garantizan automáticamente la inmunidad al pensamiento irracional o a la toma de decisiones equivocadas; de hecho, a veces puede ser la causa. Afortunadamente, adoptar la humildad intelectual, explorar diferentes perspectivas y reconocer nuestros prejuicios puede mejorar significativamente nuestra capacidad para razonar con sensatez y tomar decisiones informadas. Este enfoque es crucial en un mundo plagado de desinformación y bulos.
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