¿Quién es el protagonista de mi presentación?

Ante esta pregunta lo normal es que contestemos “yo”. Soy el ponente, me voy a preparar el contenido que voy a contar y además vienen a escucharme a mí, por lo tanto, el protagonista de mi presentación soy yo. Si seguimos este planteamiento, bastante lógico en su razonamiento, tenemos muchas posibilidades de que nuestra audiencia no nos preste atención, apague la cámara (si estamos en virtual) o directamente se desconecte de tu oratoria. Paul Gauguin (pintor francés) dijo: “el público quiere entender y aprender en un solo día, un solo minuto, lo que el artista ha pasado años aprendiendo”. Siguiendo el desafío de Gauguin: ¿qué quiere tu público? y ¿qué quieres tú de ellos? Este debe ser el punto de partida de cualquier presentación. Un buen conocimiento de las personas que van a escuchar tu presentación te va a ayudar a adaptar los mensajes a sus preferencias de tal manera que mejora su atención.

¿Qué debería saber de mi audiencia?

La respuesta es fácil, TODO. Al menos, todo lo que puedas recopilar. Con toda la información nos referimos a categorías como edad (los mensajes que demos deberán ser adaptados a la generación a la que nos dirijamos), profesión (cada profesional tiene unos intereses y esos determinan el que atienda o no en una presentación), conocimiento de la materia (esto determinará el nivel técnico de tus mensajes), actitud frente a la temática (no son los mismos mensajes los que daré a un público hostil que a uno entregado y favorable a lo que cuento). Por otro lado, tampoco estaría mal, recopilar datos como experiencia o antigüedad en la compañía o fuera, tipo de perfil personal (lógico o emocional), posición en la organización y, en general, todo aquello que pienses que te va a ayudar a enfocar tu presentación. Como puedes observar, toda esta información es la que te va a ayudar a determinar qué contar y qué no contar, además de cómo contarlo. Volvamos a la cita de Gauguin y, en concreto, a que la audiencia quiere aprender en un minuto lo que el artista ha pasado años aprendiendo. Esta afirmación referida a nuestra presentación no significa que tu objetivo sea que tu audiencia entienda y asimile en 20 minutos lo que tu llevas trabajando días o al menos horas. No te entenderían. Partiendo de esta idea y teniendo en cuenta las consideraciones de conocimiento de la audiencia mencionadas anteriormente, adapta tus mensajes para que el público se haga una idea rápida y clara de lo que quieres comunicar. No necesitan saberlo todo (a no ser que estés haciendo formación), sino solo aquello que es de su interés y que te ayuda a conseguir el objetivo que te fijaste para esa presentación. En los cursos de Presentaciones y Oratoria que damos desde hace años en dealing with people, insistimos en que “el protagonista no es el ponente sino su audiencia” y que, si no te enfocas a ellos, lo más seguro es que no consigas el objetivo que te marcaste y, además, sientas el rechazo o la no atención de tu audiencia. Con lo que cuesta en tiempo y esfuerzo hacer una presentación, dedícale tiempo a adaptarla a los protagonistas -tu audiencia- porque conseguirás que les sea fácil seguirte y agradable escucharte ya que los mensajes son para ellos. De esta manera, tendrás muchas posibilidades de conseguir los objetivos de tu presentación. Como decimos en nuestros talleres: «no importa cuánto sabes, sino cuanto has conseguido que les importe a los que te escuchan».
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