Auto sabotaje: el peor enemigo de tu carrera profesional

¿Qué tengo que mejorar para ser mejor profesional? Esta es la pregunta más frecuente que recibo cuando actúo como mentor. Sólo cuando trabajo con una persona que ha sufrido un revés importante surgen otras cuestiones como: ¿qué he hecho mal?, ¿por qué me pasa esto?, ¿qué tengo que cambiar?

Pocas veces nos damos cuenta de la importancia de los pequeños malos hábitos que conforman nuestra manera de hacer las cosas, de gestionar el equipo o tratar con los demás. El sumatorio de estos comportamientos van definiendo una tendencia que, en muchas ocasiones, desemboca en una disminución de productividad o efectividad con el equipo. De manera aislada, cada hábito, individualmente, no constituye un serio problema, pero el conjunto altera nuestra personalidad y nos va erosionando y convirtiéndonos en el profesional que “no” queremos ser.

Uno de los peores y más frecuentes hábitos que me encuentro al trabajar con mánager y directivos es el de evitar, de manera recurrente, los conflictos de intereses o las conversaciones incómodas. Empiezan diciendo eso de “no me importa defender mi posición, pero ahora soy más selectivo al escoger mis batallas” y terminan por eludir cualquier conversación que suponga un mínimo reto. Al final, enmascaran inseguridades o miedos que terminan por aflorar de la manera menos controlada, con impulsividad o respondiendo emocionalmente sin venir a cuento.

Dependiendo del tipo de organización, hay otra mala costumbre que se adquiere con facilidad: “soy victima de la incompetencia de los demás; yo se cómo resolver los problemas, pero no les interesa mi opinión”. Lógicamente, al adoptar una posición tan evasiva ante los conflictos, la organización se acostumbra a no contar con ellos.

Otro hábito lesivo y muy común es el “perfeccionismo”. Para ser más preciso, debería decir “su sentido de perfeccionismo”. Por desgracia veo a demasiados profesionales sufriendo por no alcanzar “su” estándar de calidad, dejando pasar buenas oportunidades y emitiendo señales de ineficiencia que distorsionan su perfil directivo. El mejor antídoto pasa por aprender a ser más tolerante a los errores y asumir que la calidad la determina el solicitante. Además, los perfeccionistas se reconocen entre sí de inmediato y se retroalimentan, dificultando su adaptación al entorno.

Adquirimos estos hábitos porque en algún momento nos resultaron útiles, pero debo animarte a revisar los comportamientos que has ido metiendo en tu caja de herramientas y seleccionar cuáles son vigentes y cuáles debes cuestionar, renovar o desterrar. Pide feedback y aprende de las impresiones de los demás. Apuesta por tu autodesarrollo y conforma una manera de trabajar de manera profesional y acorde con el mercado, el equipo y la cultura de la empresa en la que trabajas. Pide ayuda si entiendes que necesitas diagnosticar bien para definir un plan de acción orientado a resultados

Javier Moreno Zabala. Socio de Dealing with People.

 

Arriba