En los últimos años hemos afrontado grandes retos profesionales, empresariales y sociales: crisis financiera global, pandemia covid-19 y la invasión de Ucrania. La situación ha exigido a los mánager y directivos de muchas empresas a implicarse en ayudar a sus equipos a recuperarse del retroceso económico social, del dolor de pérdidas personales o a superar la ansiedad de vivir en un contexto tan incierto y volátil. Todos hemos estado soportando una elevada carga emocional. Hacerlo con empatía ha sido crucial para comprender y gestionar estas dificultades pero no ha sido suficiente.

No siempre utilizamos adecuadamente los términos simpatía, empatía o compasión. Simpatía es que comprendemos cómo siente el otro. Empatía es asumir literalmente las emociones de la otra persona como propias, haciéndoles sentirse acompañados. Sin embargo, la compasión va más lejos: comprendemos la experiencia que está viviendo la otra persona con empatía y nos preguntamos qué podemos hacer para ayudar y aliviar su sufrimiento.

Un mánager sin empatía es como una bicicleta sin ruedas; simplemente no funciona. Sin embargo, liderar sólo desde la empatía puede llevarnos a tomar decisiones menos efectivas como consecuencia de implicarnos emocionalmente en exceso, fomentar ciertos prejuicios y perder la perspectiva global del equipo. Necesitamos ir más allá de la mera conexión que nos proporciona la empatía y pasar a la acción. ¿Cómo?

Resulta imprescindible tomar cierta distancia del problema y centrarnos en las necesidades de la persona. Preguntar ¿qué necesitas? o ¿cómo puedo ayudarte? Nos aporta información muy válida respecto a potenciales soluciones. No actuar puede ser una potente manera de ayudar. Muchas veces descubriremos que la mejor ayuda es escuchar y mostrar aprecio. El liderazgo no consiste en resolver los problemas de las personas. Se trata de hacer crecer y desarrollar a las personas, para que estén capacitadas para resolver sus propios problemas. No debemos sustraerles esa oportunidad de aprender a vivir resolviendo directamente sus problemas. En su lugar, hay que entrenarlos y guiarlos; mostrarles el camino para encontrar sus propias respuestas. No es tarea fácil. De hecho para que un mánager este disponible para liderar desde la compasión, debe aprender a gestionar sus propios sentimientos y, sobre todo, saber leer los sentimientos de los demás para absorber información válida y reflexionar sobre cómo puede ser útil a los demás.

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