En el fascinante ecosistema corporativo, donde las personalidades chocan como asteroides en una galaxia lejana, existe un espécimen que parece destacar en cada reunión: el “mánager sabelotodo”. Este ser especial tiene un super poder inigualable: puede hablar durante 45 minutos seguidos sin detenerse a respirar, y lo hace con la confianza de quien cree que tiene todas las respuestas. ¿El problema? No ha escuchado ni una sola palabra de lo que los demás tienen que decir.
Pero no te preocupes, querido “mánager sabelotodo”. Hoy estamos aquí para ayudarte a superar esta pequeña «limitación» y mostrarte cómo, con un poco de esfuerzo, podrías evitar ese molesto hábito de hablar antes de escuchar. Porque, como veremos, gestionar correctamente tanto a nivel individual como de equipo no es solo una cuestión de poder hablar mucho. Es más bien un arte, un delicado equilibrio entre escuchar, preguntar, y solo entonces, ofrecer tus sabias (o no tan sabias) palabras.
Capítulo 1
La tentación del monólogo (o cómo convertir una reunión en un discurso institucional)
Todo comienza con una reunión. Ahí estás tú, el “mánager sabelotodo”, listo para compartir tu infinita sabiduría con el mundo. Y, claro, cuando tienes tanto conocimiento, ¿por qué no compartirlo de inmediato? ¿por qué esperar? Así que comienzas tu monólogo, interrumpiendo a cualquiera que intente participar con algo tan trivial como una idea o una sugerencia.
Lo que quizás no te das cuenta es que mientras tú hablas, tus colaboradores están ahí, sentados, sintiéndose como espectadores en un espectáculo que no han pagado para ver. Quieren contribuir, tienen ideas (algunas de ellas incluso mejores que las tuyas), pero no encuentran el espacio para hacerlo. Y cuando finalmente les das la oportunidad de hablar, ya es demasiado tarde: la magia de la conversación se ha perdido, y tus colaboradores ya no están interesados en participar.
Capítulo 2:
La escucha activa (o cómo descubrir que tus colaboradores tienen cerebro y saben usarlo)
Ahora, imagina un mundo diferente. Un mundo donde, antes de abrir la boca, decides escuchar lo que tus colaboradores tienen que decir. En lugar de lanzarte a un monólogo, haces una pausa, respiras hondo y preguntas: «¿qué pensáis al respecto?». Y lo más importante, escuchas la respuesta.
Aquí es donde empieza la verdadera magia. Al escuchar, te das cuenta de que, sorpresa, tus colaboradores tienen ideas, opiniones y, en algunos casos, incluso soluciones a los problemas que enfrentas. No solo eso, sino que al darles el espacio para hablar, les estás diciendo que sus ideas son valiosas, que confías en ellos y que son parte integral del equipo.
La escucha activa no es solo un bonito concepto de libro de autoayuda; es una herramienta poderosa. Hace que los demás se sientan valorados, aumenta la motivación y, lo creas o no, puede llevar a mejores decisiones. Porque, ¿quién hubiera pensado que el trabajo en equipo significa que varias cabezas piensan mejor que una sola, incluso si esa cabeza es la tuya, oh gran Sabelotodo?
Capítulo 3
La pregunta sabia (o cómo evitar el ridículo de creer que lo sabes todo 😉
Después de dominar el arte de la escucha, es hora de pasar al siguiente nivel: la pregunta sabia. Aquí es donde realmente puedes brillar, pero de una manera que hace que todos se sientan parte del proceso. En lugar de asumir que ya conoces la respuesta (spoiler: a veces no la conoces), haces preguntas abiertas que invitan a la reflexión y al diálogo.
Preguntar no es una señal de debilidad, sino de inteligencia. Al formular la pregunta correcta, demuestras que valoras las perspectivas de tu equipo y que estás dispuesto a aprender de ellos. Y no solo eso, sino que al involucrar a todos en la búsqueda de soluciones, estás construyendo un equipo más cohesionado y efectivo.
Además, hacer preguntas te ahorra el incómodo momento de darte cuenta de que has estado hablando durante media hora sobre algo que ya todos sabían (o peor, algo que ya habían decidido que no era relevante). Porque, créeme, no hay nada más embarazoso que descubrir que el equipo ya había resuelto el problema mientras tú estabas ocupado haciendo un monólogo épico sobre algo completamente diferente.
Parte 4
La gestión individual y de equipo (o cómo convertirte en el mánager que todos admiran en lugar de temer)
Con la escucha y la pregunta como tus nuevas armas secretas, estás listo para abordar el gran desafío: gestionar a nivel individual y de equipo de manera efectiva. Aquí es donde se pone a prueba tu capacidad para ser un verdadero líder.
La gestión individual significa que reconoces que cada miembro de tu equipo es un individuo único, con fortalezas, debilidades, motivaciones y aspiraciones diferentes. En lugar de tratar a todos como un grupo homogéneo, te tomas el tiempo para entender qué impulsa a cada persona. Escuchas sus preocupaciones, preguntas sobre sus objetivos y, lo más importante, les ayudas a alcanzar su máximo potencial.
En cuanto a la gestión de equipo, se trata de crear un ambiente donde todos se sientan valorados y donde la colaboración fluya de manera natural. Ya no eres el dictador que impone su voluntad desde lo alto, sino el facilitador que guía al equipo hacia el éxito. Y para hacerlo, escuchas a tu equipo, haces preguntas inteligentes y, cuando es necesario, ofreces tu guía. No como un mandamiento, sino como una sugerencia basada en la sabiduría colectiva.
Conclusión: El renacimiento del mánager sabelotodo
Así que ahí lo tienes, querido “mánager sabelotodo”. Puede que tengas todas las respuestas, pero eso no significa que siempre debas ser el primero en hablar. De hecho, al tomarte el tiempo para escuchar y preguntar, descubrirás que tus colaboradores tienen mucho que ofrecer, y que tu papel como líder es guiarlos, no eclipsarlos.
Evitar hablar antes de escuchar y preguntar no solo mejorará tus habilidades de gestión, sino que también hará que tu equipo te admire, en lugar de temerte. Porque, aunque pueda ser tentador creer que lo sabes todo, la verdadera sabiduría radica en saber cuándo callar, escuchar, y aprender de los demás.
Y quién sabe, tal vez descubras que tus colaboradores también tienen su propio «sabelotodo» interior, listo para compartir ideas brillantes… si tan solo les das la oportunidad de hacerlo. ¡Bienvenido al mundo del liderazgo efectivo, donde las mejores ideas vienen de todos y no solo de una sola fuente!
Aquí encontrarás más sobre cómo convertirte en un Mánager Sabelotodo “útil” para tu equipo y organización 😉